Adara by Angy Skay

Adara by Angy Skay

autor:Angy Skay [Skay, Angy]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Entre Libros
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


19

Perdóname

La comida había sido tensa, excepto por parte de Jack y Micaela, que se habían encargado de ganarse un poco la confianza de Romeo y Valentino. Este último se mantenía alerta, pero no dejó de involucrarse en la conversación, incluido Dante, que llegó para comer. Todos continuaban asombrados porque tuviese un hermano gemelo y nunca hubiese dicho nada. En realidad, poco sabían, o casi nada, de mi familia.

Adara se había mostrado reacia durante la comida, y se colocó en medio de Valentino y de mí, sin levantar la cabeza del plato y comiendo tras una clara advertencia que le lancé al ver que le daba vueltas al tenedor. Poco a poco, estaba medio consiguiendo que la comida entrase en su organismo, y se le notaba la recuperación de peso con gran rapidez. A todo eso había que sumarle que el médico de la familia nos había mandado unas vitaminas que Cornelia, en silencio, se encargaba de machacarle en los tés que bebía sin darse cuenta.

—Ya tienen el ala derecha disponible, señor.

—Gracias, Cornelia. —Le sonreí y me percaté de que durante toda la comida tampoco había separado los labios mucho. Se notaba en exceso que mi humor era de perros y que no tenía ganas de hablar, ni siquiera de reír, como hacía habitualmente—. Podéis descansar un poco, después nos veremos en la cena.

Me levanté, bajo la estupefacta mirada de Adara, que no entendió adónde me dirigía, pero yo ya le había dejado indicaciones a Cornelia de que la enviase al invernadero al terminar. Podía ser un subnormal al cuadrado, sin embargo, el mismo día que reventé su invernadero a base de golpes, me había encargado de arreglarlo de inmediato y ya lucía provisto de flores, plantas y todas esas mierdas que a ella le hacían feliz. Los sentimientos de Adara eran los que más se habían visto en cada rincón, pero yo también había sufrido lo indecente y me había maldecido un millón de veces por no conseguir retener a la bestia que guardaba en mi interior.

Esperé con paciencia a que la puerta del invernadero se abriese, unos veinte minutos después. Cuando lo hizo, los ojos de Adara se abrieron en su máxima extensión y sonreí desde la distancia, apoyado en la pared con la pierna flexionada y los brazos cruzados a la altura del pecho.

—¿Te gusta? —le pregunté en un susurro.

Abrió la boca y volvió a cerrarla, entrando y cerrando sin hacer ruido. Adelantó un paso y llegó a mi altura. Elevó la barbilla, apretando visiblemente los labios para no llorar, y musitó con voz titubeante:

—¿Por qué lo has arreglado?

Solté el aire contenido, descrucé mis brazos y extendí mis manos en dirección a las suyas. Adelantó el paso y las cogió. La miré a través de mis pestañas y supe que había llegado el momento de pedirle ese perdón de rodillas. De la manera que hiciese falta.

—Porque te amo, bambina. —Apretó los labios con más fuerza, aunque sus lágrimas ya corrían alegremente por su pálida piel—. Porque lo destrocé todo a mi paso y porque me arrepiento lo que no está escrito de lo que te he hecho.



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